Carbón en una planta en Alemania
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Bloomberg Opinion — Bitcoin tiene un problema con el carbón. Producir Bitcoins y mantenerlos seguros depende mucho de la energía barata proveniente del carbón, especialmente en China. Esto se suma a las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo a cambio de algo virtual y de beneficio discutible. De ahí que sus promotores estén publicitando formas de darle a Bitcoin un brillo ecológico.

Curiosamente, una de las formas incluye carbón. A decir verdad, deshechos de carbón, que es algo tan malo como suena. Greg Beard, quien solía dirigir el negocio de recursos naturales de Apollo Global Management Inc., es ahora director ejecutivo de una nueva empresa llamada Stronghold Digital Mining. Stronghold tiene como objetivo minar carbón que ya ha sido minado y para minar Bitcoin y, por lo tanto, hacerlo verde. ¿Lo entendió?

Se estima que en Pensilvania hay 220 millones de toneladas de desechos de carbón que quedaron amontonadas. Aparte de la vista desagradable que genera, el agua de la lluvia que se filtra a través de esos desechos provoca una lixiviación que desprende metales y otros indeseables a ríos y arroyos. Esas pilas de desperdicios también provocan incendios. Algunas formas de abordar el problema incluyen eliminar los desechos o cubrir las pilas con vegetación resistente como la hierba de playa para fomentar la recuperación natural.

Otra forma es quemar el carbón residual para producir electricidad. Más de una docena de plantas especializadas se construyeron en las décadas de 1980 y 1990 y se estima que han utilizado aproximadamente la mitad de la pila de desechos desde entonces. Esto funcionó bien cuando (a) la energía del carbón era competitiva y (b) las emisiones de carbono no se tomaban en serio. Ninguna de las dos es aplica en la actualidad. Las plantas de carbón se han visto reducidas a medida que el más barato gas natural y las energías renovables reducen los precios de la energía.

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Como puede imaginar, el carbón residual es incluso menos competitivo que el carbón normal, pero también genera más emisiones de carbono. El siguiente cuadro muestra el costo marginal y la intensidad de las emisiones de los principales tipos de plantas que operaban en la red PJM en 2017, el último año para el que Bloomberg NEF tiene estos datos de todas las instalaciones de carbón residual.

El gráfico muestra la relación entre emisiones, su costo y los megawatts por hora. El carbón residual tiene el segundo mayor costo y la mayor cantidad de emisionesdfd

Las plantas de carbón residual están subsidiadas por el estado y algunas incluso obtuvieron una exención especial de las reglas federales de calidad del aire bajo la administración Trump. Pero esto no compensa la caída de los precios de la energía. De hecho, grupos de presión han instado no solo para que se aumenten los subsidios estatales, sino también un programa federal para mantener las plantas en funcionamiento.

Pero, ¿qué pasaría si pudieran encontrar un uso de su poder para algo que consume mucha energía y es potencialmente lucrativo como, por ejemplo, Bitcoin? Esto es lo que Stronghold pretende hacer. Su primera instalación, la planta Scrubgrass, comenzó a operar en 1993 y está a unos 90 minutos en auto al norte de Pittsburgh. La producción ha caído casi dos tercios desde 2012, según datos de la Administración de Información Energética.

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Stronghold se autodenomina como “amigable con el estándar GIS” porque al quemar carbón residual elimina gran parte de varios tipos de contaminantes asociados, como el mercurio (como se requiere que la plantas de carbón en general lo hagan). Un contaminante que brilla por su ausencia en la comercialización: el dióxido de carbono.

No está claro cuan intenso será el uso de Scrubgrass por parte de Stronghold; la empresa no respondió a varias solicitudes de comentarios.

Pero la economía de la minería de Bitcoin exige un cálculo continuo. Digamos que la utilización volvió a subir un 80%, aproximadamente a niveles de 2012. Usando la intensidad de emisiones promedio para los cinco años hasta 2019, Scrubgrass podría emitir alrededor de 855,000 toneladas de dióxido de carbono al año. A modo de comparación, una planta de gas del mismo tamaño emitiría menos de un tercio de eso.

Esas emisiones, incluso sin precio, representan un costo para la sociedad. Al último precio de subasta de casi US$8 la tonelada para la Iniciativa Regional de Gases de Efecto Invernadero a la que el gobernador de Pensilvania busca unirse, el costo implícito sería de casi US$7 millones al año. Aunque pequeño en términos absolutos, aún faltaría agregar otros US$10 al ya poco competitivo costo marginal por hora de megavatio empleado, y llevaría el total estimado por Bloomberg NEF a casi US$50.

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Ese precio de subasta no refleja el costo real de remover una tonelada de dióxido de carbono. Con un precio de, digamos, US$30 la tonelada, el costo total implícito de la planta por megavatio-hora sería más como de US$90, lo que la hace absolutamente poco competitiva. Scrubgrass es un microejemplo del problema más amplio de quemar carbón residual. La flota de carbón residual de Pensilvania operó al 59% de su capacidad en 2012. Operando a ese nivel ahora, emitiría nueve millones de toneladas al año, sumando hasta US$270 millones de costo a US$30 por tonelada. Esa cifra resulta ser un poco más alta que el costo de remoción y eliminación de las pilas de carbón residual de Pensilvania, según lo estimado por los propios grupos de presión de la industria energética del carbón residual.

Pensilvania está teniendo problemas para llegar a acuerdos en torno a la contaminación del agua y el aire, el empleo local y el cambio climático. A fin de cuentas, cree que los beneficios de quemar carbón residual superan los inconvenientes. Sin embargo, el mensaje del mercado mayorista de energía es que el antiguo método de lidiar con los costos de recuperación ya no funciona.

Haber recurrido a Bitcoin lo ilustra. En este punto, que Pensilvania simplemente queme carbón para resolver el problema no es razonable; incluso al ritmo más rápido, que se logró en 2012, esas plantas seguirían generando emisiones en la década de 2040. En cuanto a Stronghold, la idea de que la quema de residuos de carbón es aún más intensa en carbono que la energía de carbón regular de alguna manera la convierte en una estrella GIS está al nivel de la tragicomedia.

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La gran ironía aquí es que hace solo tres meses los partidarios de Bitcoin como Cathie Wood, Jack Dorsey y Elon Musk estaban impulsando la noción de que la criptomoneda en realidad podría alentar una mayor inversión en la energía renovable del futuro. El enfoque de Stronghold es exactamente el contrario: capitalizar la locura de Bitcoin reviviendo tecnologías contaminantes del pasado.

Con gráficos de Elaine He.